¿Cómo es el juego del elfo de Navidad?
Preámbulo
Se declara, con toda la solemnidad del polvo de estrellas y la ligereza de un copo de nieve, que el Elfo de Navidad no es un juguete común, sino un emisario de alta jerarquía mágica, dotado de gracia traviesa y protocolo encantador. Su misión: observar, inspirar, y quizá, de vez en cuando, desordenar las cosas… con medida, claro está.
Artículo Primero: De su Ilustre Llegada
El elfo no llega, aterriza. ¡Y no como cualquiera! Su entrada es siempre oportuna, típicamente el 1 de diciembre, con la puntualidad de un reloj de carillón. Se aconseja darle una bienvenida digna de un visitante del Polo Norte, quizá con una taza de chocolate caliente… aunque no la beberá.
Artículo Segundo: La Prohibición Táctil Absoluta
Jamás, bajo ninguna circunstancia, se os ocurra tocar al elfo. ¿Por qué? Porque su magia, tan delicada como la espuma de una nube, se esfuma con un simple roce. No queremos un elfo sin poderes, ¿verdad? Sería tan útil como un paraguas con agujeros.
Artículo Tercero: El Arte de Desaparecer y Reaparecer
Cada noche, el elfo se embarca en su vuelo nocturno hacia el Polo Norte. ¿Por qué no podéis verlo? Porque, obviamente, sois demasiado lentos. Al amanecer, aparecerá en un nuevo rincón del hogar, y aunque su ubicación puede ser absurda (dentro de una bota o colgando de la lámpara), recordad: los genios nunca se explican.
Artículo Cuarto: Conducta Ejemplar, Aunque No Tanto
El elfo es un reflejo del espíritu navideño: travieso, sí, pero con límites. Nada de pintar paredes, soltar a los gatos o inundar la cocina con espuma de afeitar. Su humor es juguetón, pero siempre encantador, como un truco de magia que termina en una carcajada.
Artículo Quinto: Nombres y Distinciones
Todo elfo merece un nombre. Y no un nombre cualquiera, sino uno que suene a risas y crujidos de nieve: Pepito Chispitas, Margarita Glitter o quizás Lord Lentejuela de las Nieves. ¡Creadle una identidad con tanto esplendor como su misión merece!
Artículo Sexto: Su Majestuosa Partida
El 24 de diciembre, cuando las estrellas parpadean con más intensidad, el elfo se marcha. No con fanfarrias ni adioses melancólicos, sino con un guiño invisible y la promesa de regresar el próximo año. Si queréis ser buenos anfitriones, dejadle una galleta como agradecimiento; los elfos son débiles ante el azúcar.
Epílogo
Respetad estas reglas con la seriedad de una canción que nunca termina y la ligereza de un sombrero volador. El elfo de Navidad es más que un adorno; es un espíritu viviente de magia, travesura y bondad. Cuidad de él, y él cuidará de vuestra Navidad con tanto esmero como un barrendero cuidaría de las estrellas en el cielo.
«Un poco de magia al día, y todo lo demás es pan comido.«
